Un deportista normal, trabaja, estudia, va a la escuela y de vez en cuando hace deporte. Pero se hace la misma pregunta una y otra vez: ¿con qué frecuencia se debe practicar deporte para que sea saludable? ¿Cuántas sesiones deportivas a la semana son óptimas, justificables o demasiadas? No todo el deporte es igual. Y tampoco todas las personas son iguales. Cada cuerpo reacciona de manera individual a las distintas cargas, estímulos e intensidades de los movimientos. En este artículo veremos los distintos factores que deciden el éxito o la derrota del entrenamiento, y acabamos con el mito deportivo del «cuanto más, mejor».
Al fin y al cabo, la cantidad no es tan decisiva. Es mucho más importante para el resultado el realizar el tipo de entrenamiento adecuado. Sin embargo, a pesar del entrenamiento frecuente, la ambición equivocada puede llevar a fenómenos completamente diferentes, pero no al éxito.
Vivimos en un tiempo en el que el movimiento en la vida cotidiana cada vez es menos frecuente. Las escaleras mecánicas sustituyen a las escaleras de toda la vida, los coches al paseo a la tienda del pueblo y las sillas de oficina y ordenadores imposibilitan una postura deportiva. Una consecuencia de todo ello es que la falta de movimiento va en aumento.
Los efectos positivos
Es por eso que cada vez es más importante compensar esa falta. Y el deporte tiene muchos más efectos de los que puede parecer a simple vista. No sólo se fortalece el aparato muscular, sino que los ajustes más grandes tienen lugar en el interior del cuerpo. El movimiento regular fomenta p.ej. la salud de los músculos y los huesos, fortalece el sistema inmunológico, reduce el sobrepeso, disminuye el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares o diabetes y afecta positivamente a la postura corporal saludable.
Además de los distintos aspectos positivos, el movimiento influye también sobre la mente. No sólo desciende el riesgo de depresiones, sino que el movimiento aumenta la calidad de vida en general. Una sesión de deporte puede ser el milagro perfecto contra el estrés diario o también el método ideal para combatir obstáculos y problemas, consiguiendo despejar la mente. Así terminarás más fuerte después del entrenamiento, no sólo físicamente, sino también mentalmente, y estarás en disposición de hacer frente a nuevos retos.
Frecuencia: Encontrar la dosis adecuada
Es indiscutible que la actividad deportiva tiene innumerables puntos positivos. Por ello es un ejercicio mucho más sutil el determinar la dosis adecuada para sacar el mayor provecho del entrenamiento. Y es que la afirmación general de que se debe hacer tanto deporte como sea posible se queda un poco corta. Cada cuerpo reacciona de manera distinta a las cargas, el entrenamiento y los estímulos. Es por eso que no es posible hacer una afirmación general, ya que se deben tener en cuenta las distintas circunstancias y condiciones.
El propio cuerpo como indicador
El indicador más importante y fiable a la vez es el propio cuerpo. En ningún caso se debe realizar un entrenamiento, en caso de que el cuerpo se queje. Esto no quiere decir que después de un duro día tengas la excusa perfecta para perder tu sesión de entrenamiento. Se trata más bien de la condición física general, y no de la debilidad o el cansancio momentáneo. Porque es en esos momentos cuando el entrenamiento adecuado puede hacer verdaderos milagros.
Sin embargo, en caso de que existan síntomas obvios de enfermedad o agotamiento, deben interpretarse inmediatamente como una alarma grave. Precisamente en ese momento, aquellos deportistas que estén muy motivados no experimentarán ninguna mejoría al entrenar más, sino que esto irá contra su propio cuerpo.
El cuerpo se queja cuando no ha contado con la pausa suficiente y cuando se ha entrenado demasiado. Este fenómeno se conoce como «sobreentrenamiento». Y aunque la cabeza no esté de acuerdo, en ocasiones se debe prescindir del entrenamiento. La motivación, como factor fundamental, determina la sostenibilidad del éxito de entrenamiento. Por lo tanto nunca se debe imponer un entrenamiento; de lo contrario hasta la cabeza empezará a quejarse en un futuro. Es más, es muy importante despejar la mente, vaciarla y volver a intentarlo de otro modo. De esta manera el entrenamiento no se volverá un chasco y mantendrás la motivación. Así el entrenamiento, como unidad sostenible, garantiza el éxito en el futuro.
La regla de oro es por lo tanto escuchar el propio cuerpo y mente. Porque nadie conoce mejor tu cuerpo ni sabe cómo reacciona éste a las distintas cargas y estímulos. Una cantidad saludable de sesiones de entrenamiento también representa unos requisitos ideales con respecto al volumen de entrenamiento, para tener una buena base. Un extremo en cualquiera de las direcciones ni lleva a conseguir los objetivos, ni te aportará nada física o psíquicamente. Como siempre, lo óptimo se sitúa en algún lugar medio, dentro de tu zona individual. Escucha a tu cuerpo, ya que nadie es tan sincero y directo como éste.
Diversión al moverse
De todos modos, lo más importante sigue siendo la diversión al moverse. Decídete por un deporte o tipo de actividad que te divierta. No te obligues a realizar tortuosas medias maratones, si correr no es lo tuyo. La disciplina deportiva que mejor se adapte a ti te aportará a la larga los mejores resultados, ya que de esta manera cuerpo y mente remarán en una sola dirección. Así la dosis perfecta también quedará en un segundo plano.
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